Bueno, hoy toca historia personaloide con tintes dramáticos... Me fui de viaje de botánica y este es un resumen de mis aventuras y desventuras en las agrestes tierras del sur.
Empecemos por el primer día. Llegué tarde al autobús. 35 personas más profesores levaban esperándome media hora. En mi defensa, he de decir que nadie me aviso de nada y que yo llegue con dos minutos de adelanto sobre mi horario habitual de clases, cojonudo vamos.
Después de eso nos metimos un porrón y medio de horas de autobús, hasta llegar a Despeñaperros, ese puerto de nombre tan curioso que hay que cruzar para ir a ver andaluses. Allí casi soy atropellado por un camión de conservas al intentar cruzar la carretera por el sitio de peor visibilidad, en una curva cerrada tapada por espinos de fuego y fresnos. Después de salir por patas, anduvimos y anduvimos y volvimos al bus. Más horas encerrado, retorcido y espachurrado en una butaca que me venía varias tallas pequeñas.
Cuando al fin llegamos, hicimos una marcha de 5 horas por el campo, atravesando varias veces un rio. Os aseguro que aprendí de verdad lo que significa la palabra vado... como 23 veces, grosso modo, y todo por un rio que hacia 70 años que no llevaba agua. El caso es que arribamos a puerto seguro sobre las 00:00 y nos dieron de cenar. Entre eso, as duchas (solo dos para 36) y prensar las muestras vegetales, se nos hizo pronto, cas las 3 am, así que nos fuimos a dormir, eso sí, después de tirar los calcetines empapados y semidesintegrados que había usado. El problema es que a pesar de apagar el móvil, el muy c***ón se encendió a las 7.05 para decirme que era viernes y que tenía que levantarme, cosa que hice, para descubrir que habíamos quedado para desayunar a las 9. Por lo menos tuve un par de horas para descubrir que me había olvidado todos mis calcetines en casa...
2 comentarios:
Lo de las duchas suena marica-emocionante
¿duchas?
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