Gracias a la entrada que hizo Bano el sábado 22 de febrero
pude ir a la 1ª jornada Bayuca rol, fui por la tarde y me apunté a la partida
de Alatriste en la que encontré plaza (había 2), después de la partida hablé
con el master y le dije que pensaba escribir una crónica de la partida, así que
ahora (casi un mes después de la partida) me veo en el dilema de escribir la
partida en primera o tercera persona, tras ver pros y contras lo haré en
tercera persona (es que escribir toda una crónica con el habla del siglo de oro
es muy complicado).
La partida a la que me apunté consistía en el rescate de la
amada de uno de los personajes (el cual me tocó llevar a mí) antes de que
llegará a un convento en el que iba a ser encerrada; los personajes eran: Don
Juan (joven hidalgo enamorado), Lorenzo (soldado licenciado), Fray Diego (un
fraile, obviamente) y Don Fredo (un personaje bastante curioso, ya veremos
luego).
La escena empieza en la casa de Don Juan (mi casa), en la
cual yo estaba bajo arresto domiciliario (vamos, que si salía de allí me daban
una paliza) tras haber intentado colarme en la casa de Doña Inés (la amada en
cuestión), conmigo estaban Lorenzo y Fray Diego y me intentaban convencer de
que desistiera de la idea de rescatar/secuestrar a Doña Inés antes de que la
encerraran en el convento. Llamaron a la puerta, abrimos y entró Don Fredo (así
se presentó), nos dio la noticia de que el convento al que iban a llevar a Doña
Inés era otro distinto al que creíamos y que teníamos dos horas para salir en
su persecución, el tiempo que el aguacil que vigilaba la casa iba a estar distraído.
De este modo cogimos tres caballos (Fray Diego no sabía cabalgar y tuvo que ir
en el mismo caballo que Lorenzo) y partimos hacia el convento de las clarisas
en Ávila. Todo esto era la introducción.
Así empezó la partida propiamente dicha, era de madrugada
(launa o las dos) y empezaba a caer una lluvia de esa que jode mucho. Al poco
de salir de Madrid Lorenzo tuvo la sensación de que nos estaban observando, y
así era, una familia de jabalís, que cruzó el camino cuando nos paramos a
escuchar mejor, seguimos a Don Fredo (que nos empezaba a parecer un poco
sospechoso) hasta llegar a El Escorial, donde estuvimos a punto de ir por el
camino incorrecto, afortunadamente Fray Diego conocía la región y recordaba el
camino; tras toda la mañana cabalgando llegamos a una pequeña posada que estaba
en medio del camino, allí nos enteramos de que una joven, su ama y varios
hombres con aspecto de jaques y espadachines a sueldo, había parado hace no
mucho tiempo, me imagino la cara que debió de poner la mujer de la posada
cuando nos vio aparecer por la puerta, un fraile, un soldado bajito y
malencarado, joven noble de baja categoría y otro joven con cara de niño; todos
cubiertos de barro hasta las orejas, la mujer también nos contó que la joven
tenía aspecto de estar enferma (sin duda de amor), y antes de que la mujer
terminara hablar nosotros ya seguíamos nuestra persecución. Subimos una colina,
al llegar a lo alto vimos a un jinete solitario en el camino, Lorenzo y Fray
Diego se adelantaron para intentar alcanzarlo, pero su caballo tropezó, los
tres cayeron al suelo y perdieron de vista al jinete; desde que habíamos pasado
la posada Fray Diego no paraba sobre que pensábamos hacer cuando alcanzáramos
el carruaje, Lorenzo era partidario de asaltar el carro, acuchillar a los
hombres que hubiera y salir huyendo con Doña Inés, no hace falta decir que este
plan horrorizaba a Fray Diego, y Don Fredo mencionaba constantemente las
palabras “duelo de amor” y “honor” en un tono de excitación que no siempre
conseguía ser grave (no sé si me explico). Llegamos a otra bifurcación, esta
vez daba igual que camino cogiéramos porque ambos llevaban al convento, uno
pasaba por un bosque (en el que debía de haber bandidos y lobos) y el otro
bordeaba el bosque (vamos, un camino muy tranquilo), me conseguí imponer al
resto del grupo para escoger el camino y, por supuesto, elegí el del bosque.
En este momento hicimos un pequeño descanso, al volver a la
mesa vimos que la habían juntado con la mesa de la otra partida, eso explicaba
porque nuestro máster se había pasado toda la partida hablando con el otro
máster, la otra partida consistía en un grupo que llevaba a una joven a un
convento, también podríamos decir que eran nuestros los antagonistas de nuestra
partida (o los malos que llevaban a una chica a un convento a la fuerza). Bien,
presentación de los “equipos”, por un lado mi equipo: un fraile, un soldado, un
noble imberbe y una criada disfrazada de hombre (Don Fredo, por supuesto); y
los que llevaban a Doña Inés: un bandido (se hacía llamar cazador), un matón,
un soldado sanguinario y el otro pretendiente de Doña Inés; no sé si alguien ve
alguna clase de desequilibrio en los equipos.
Gracias a mi gran elección llegamos antes al convento, ya
era de noche, nos pusimos a esperar delante de la puerta del convento; cuando
llevábamos un rato esperando oímos unos ruidos y Lorenzo se asomó, pistola en
mano, a ver, mientras avanzaba se encontró con el matón y ambos se dispararon,
aunque como estaba oscuro no acertaron (bueno, eso y que es muy jodido acertar
con esas pistolas), Lorenzo se terminó de acercar al matón y la asestó un
espadazo que lo dejó en el suelo inconsciente, el ruido del disparo atrajo al
bandido, que se acercó a caballo con un arcabuz, y Don Fredo (que, por cierto,
su nombre real era Julia) salió corriendo a mirar, no sé muy bien como lo
hicieron pero consiguieron desarmar al bandido, aunque Lorenzo se llevó una
cuchillada, Fray Diego empezó a rodear el convento para buscar el carruaje y yo
salí por el lado en el que la acción ya se había acabado, el matón se levanto e
hizo lo más inteligente: huir; la situación se nos fue de las manos, Lorenzo
persiguió al matón y el bandido se fue (desarmado, pero entero), sinceramente
no tengo ni idea de cómo pasó eso. Por otro lado el soldado sorprendió a Fray
Diego y le dejó tirado en el suelo (parece que ser fraile sirve para que no te
maten), en el otro escenario Lorenzo alcanzó al matón y le dejó tendido en el
suelo y fuera de la partida. Mientras esperábamos a que Lorenzo volviera oímos
el ruido de un carruaje, Fray Diego también lo oyó y gritó algo así como: ¡Doña
Inés Don Juan ha venido a buscarte!; tal vez fuera la voluntad de Dios, o una
piedra en el camino, incluso puede que fuera que el eje de la rueda estaba
medio roto, el caso es que una rueda se salió y el carro y volcó, los tres que
quedaban en pie cogieron los caballos y fueron hacia el convento, entre ellos
sólo estábamos Don Fredo (Julia para los amigos), Lorenzo (que nos había
alcanzado después de deshacerse del matón) y yo, Don Fredo se lanzó a lo loco,
Lorenzo se colocó a un lado del camino y yo esperé un poco más atrás, el
soldado iba a la cabeza y se llevó a Don Fredo por delante, Lorenzo le salió de
un lado y le dio un tajo a las patas de su caballo, que cayó y ambos se enzarzaron,
el otro pretendiente siguió su camino hacia el convento (llevaba a Doña Inés en
el caballo), yo estaba en medio pero ni siquiera paró, intercambiamos unas
pequeñas palabras y cuando, como se alejaba, le reté a un duelo llamándole
cobarde (ya sabéis, en esa época que te llamaran cobarde era lo peor que te
podían decir), así que se bajó del caballo y nos enfrentamos en duelo; éramos
igual de rápidos así que atacábamos a la vez, tiré los dados yo primero, tenía
varias opciones para atacar: ataque a fondo, ataque y defensa y ataque doble,
elegí atacar a fondo y atravesé al otro pretendiente de parte a parte, como
atacábamos a la vez el otro pretendiente también me atacó a fondo pero falló. Bajé
con cuidado a Doña Inés del caballo y la llevé a la casa del médico del pueblo,
donde el médico estaba ya en pie e intentaba poner de nuevo en circulación al
matón, que se empeño en que quería darme una puñalada (demasiado juego de tronos
me parece a mí), pero las indicaciones del médico consiguieron que desistiera.
Y así es como termina la historia, Don Juan rescata a su
amada y son felices, o más bien terminaría de no ser porque el máster que
escribió la partida tuvo a bien escribir un epílogo para ésta, que, como no
recuerdo muy bien; resumiré: resulta que Doña Inés no estaba enferma de amor
sino que estaba enferma de verdad y tras varios días convaleciente en la cama
(días en los que Don Juan no se separó de su lado) murió. Siento no ser capaz
de expresarlo con algo de dramatismo.
En resumen, fue una partida bastante buena, sobre todo
porque coordinar dos mesas no es nada fácil, y aprendí dos cosas, la primera es
que el papel de “líder inteligente” del grupo no me va muy bien, a mi me gusta
más dejarme llevar, y que en el juego de rol de Alatriste, si recibes daño
recibes MUCHO daño, esto creo que a Ki le gustará.
3 comentarios:
Mealegra que os molara la partida :P
Habrá que repetirla más veces para quien no la jugara.
Ya sabéis que para la próxima estáis invitados (a ser posible en el bando contrario, por variar y esas cosas):P
Salud y rol
Muchas gracias por jugar chicos, fue un honor para nosotros dirigiros la aventura, yo lo pase estupendamente, ya lo dije en varias ocasiones que fue mejor de lo que imaginaba una vez estaba escribiendo la aventura, el final fue epico, que mala sangre de "matar"a doña Inés de una enfermedad.
Nos vemos, un abrazo.
Que pintaza tiene la partida y juego.
Procuro darle la mayor difusion a estos acontecimienos mas que nada porque molan.
Y si, llevo intentando jugar una partida de Alatriste bastante... pero el universo se ha puesto en contra como minimo 3 veces...
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